Obediencia
En ocasiones, el tema de la "obediencia" preocupa a los padres. Escuchamos comentarios como: "mi abuelita o mi mamá con una mirada te decía todo y obedecías". Sin embargo, ahora podemos ver niños y adolescentes que tienen dificultades para obedecer.
¿Cómo podemos cultiviar la obediencia? ¿Es bueno siempre obedecer?
La mejor obediencia, la más formadora y persistente a través de los años, no es la obediencia que se ha impuesto, sino la que se ha merecido y ganado por el amor y la confianza.
En toda obra educativa es importante la obediencia. Es necesario tener presente la materia de la obediencia, la manera de obedecer y la legitimidad de la autoridad en el momento y en las circunstancias en que se manda.
No toda obediencia es buena. La pregunta no debe ser "¿Cómo me haré obedecer?", sino mejor: "¿Cómo hacer de la obediencia un hábito, una fuerza para la vida? ¿Cómo hacer de la obediencia una virtud?".
Podemos encontrar 3 peligros al educar en la obediencia:
*Falsear la conciencia. La obediencia ciega puede convertirse en ciega y maquinal, en tal forma que constituya una verdadera renuncia de la propia voluntad en manos de otros. Toda obediencia que adultere o vaya contra la conciencia, es mala. Cuidemos que nuestras ideas, posición, prejuicios no originen ordenes que atenten contra la conciencia de los niños.
*Envilecimiento del carácter. Cuando la obediencia doblega, paraliza y quebranta podemos fomentar niños sin personalidad ni carácter ni iniciativa. El gran peligro es que son víctimas fáciles para el primero que se les arrime y se les imponga.
*La abdicación de la personalidad. La obediencia no lo es todo, ni da la solución a todos los problemas. Es uno de los medios más eficaces y más necesarios; pero jamás será un fin. Podemos obtener dos resultados: un joven sin energia y que se deja llevar o, un rebelde que aspira dejar la casa de sus padres.
La obediencia sola, sin corazón, falsea la personalidad.
La obediencia, cuando es bien entendida por los padres y por los hijos, se convierte en una gran suscitadora de virtudes, que son los que, precisamente, labran su felicidad.
La obediencia como virtud nos regala las siguientes ventajas:
*Nos enriquece. Nos ayuda a adquirir experiencia del pasado y de los educadores.
*Nos liberta. Elimina los caprichos y nos obliga a salir de nosotros, propicia otras virtudes.
*Nos fortifica. Nos ayuda a vencer el egoísmo y fortalecer nuestro temple.
*Forja nuestra felicidad. Quien desde pequeño no aprendió a luchar, será vencido por los combates de la vida.
Ahora, la gran pregunta: ¿Cuáles serán las condiciones para mandar bien? La gran clave es: Debe ser uno dueño de si mismo antes de ser dueño de los demás. Para una obediencia digna hay que conocer bien a los niños, comprenderlos y, por esto mismo, amarlos. Y hay que tener la firmeza para mandar.
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