lunes, 17 de junio de 2019

Educar es formar hábitos

Educar es formar hábitos

¿Qué son los hábitos?

La Real Academia de la Lengua Española lo define como el "modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas"

Los niños adquieren un determinado hábito cuando se obtiene constancia en la ejecución, una vez adquirido, este se realiza de una manera casi inconsciente; adicionalmente no requiere una motivación permanente para que éste sea ejecutado. El hábito disminuye el esfuerzo; lo que antes se hacia con pena, ahora se hace automáticamente. El hábito hace que las cosas se realicen más fácil, más pronta y más deleitablemente.

El hábito crea una necesidad. Nuestros temperamentos se componen de tendencias, de necesidades innatas; nuestros hábitos, de tendencias adquiridas, conquistadas. El temperamento nos da predisposiciones; pero el hábito adquirido está pronto para pasar al acto, para realizar su automatismo motor: es decir, son tendencias propiamente dichas.

Su oficio en la vida psicológica y en la vida social nos va a señalar el modo de emplearlo como el mayor instrumento de educación.

Leibnitz dice "el presente está grávido del pasado". En la vida psicológica desempeña el hábito un papel de conservación y de progreso. El hombre se va haciendo capaz de acciones que a primera vista podría haber juzgado como imposibles.

También, el hábito tiene su impacto en la vida moral. El menor acto de bondad realizado deja un trazo de virtud que ya es, al mismo tiempo, facilidad de reproducirse.

Peillaube expresa "tenemos el poder de montar en nosotros todos los mecanismos de la virtud -si se puede llamar con este nombre los hábitos adquiridos- y de superponerlos a las predisposiciones hereditarias para impregnarlas y orientarlas hacia el bien".

Es el hábito el que puede transformar a un individuo y modelar profundamente su carácter.

Toda acción educativa debe ocuparse en la adquisición de hábitos básicos como son los del cuidado personal, el deporte y el estudio, que generen no sólo el éxito en la consecución de los objetivos, sino la creación de una disciplina que estimule la salud física, psicológica y espiritual.


lunes, 10 de junio de 2019

Pentecostés 2019

Pentecostés

Este año trabajamos la festividad de Pentecostés elaborando un "vitral" para nuestro comedor con los símbolos que representan al Espíritu Santo, sus dones, frutos y carismas.



El Catecismo de la Iglesia Católica nos explica los símbolos del Espíritu Santo:

694 El agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo. Pero "bautizados en un solo Espíritu", también "hemos bebido de un solo Espíritu"(1 Co 12, 13): el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado (cf. Jn 19, 34; 1 Jn 5, 8) como de su manantial y que en nosotros brota en vida eterna (cf. Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6; Is 55, 1; Za 14, 8; 1 Co 10, 4; Ap 21, 6; 22, 17).

695 La unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo (cf. 1 Jn 2, 20. 27; 2 Co 1, 21). En la iniciación cristiana es el signo sacramental de la Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente "Crismación". Pero para captar toda la fuerza que tiene, es necesario volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo ["Mesías" en hebreo] significa "Ungido" del Espíritu de Dios. En la Antigua Alianza hubo "ungidos" del Señor (cf. Ex 30, 22-32), de forma eminente el rey David (cf. 1 S 16, 13). Pero Jesús es el Ungido de Dios de una manera única: La humanidad que el Hijo asume está totalmente "ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido "Cristo" por el Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1). La Virgen María concibe a Cristo del Espíritu Santo quien por medio del ángel lo anuncia como Cristo en su nacimiento (cf. Lc 2,11) e impulsa a Simeón a ir al Templo a ver al Cristo del Señor(cf. Lc 2, 26-27); es de quien Cristo está lleno (cf. Lc 4, 1) y cuyo poder emana de Cristo en sus curaciones y en sus acciones salvíficas (cf. Lc 6, 19; 8, 46). Es él en fin quien resucita a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 1, 4; 8, 11). Por tanto, constituido plenamente "Cristo" en su Humanidad victoriosa de la muerte (cf. Hch 2, 36), Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que "los santos" constituyan, en su unión con la Humanidad del Hijo de Dios, "ese Hombre perfecto ... que realiza la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13): "el Cristo total" según la expresión de San Agustín.

696 El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que "surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha" (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo (cf. 1 R 18, 38-39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, "que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que "bautizará en el Espíritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). Bajo la forma de lenguas "como de fuego", como el Espíritu Santo se posó sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo (cf. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva). "No extingáis el Espíritu"(1 Te 5, 19).

697 La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (cf. Ex 24, 15-18), en la Tienda de Reunión (cf. Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el desierto (cf. Ex 40, 36-38; 1 Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (cf. 1 R 8, 10-12). Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. El es quien desciende sobre la Virgen María y la cubre "con su sombra" para que ella conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En la montaña de la Transfiguración es El quien "vino en una nube y cubrió con su sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y "se oyó una voz desde la nube que decía: Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle" (Lc 9, 34-35). Es, finalmente, la misma nube la que "ocultó a Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la Ascensión (Hch 1, 9), y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento (cf. Lc 21, 27).

698 El sello es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien "Dios ha marcado con su sello" (Jn 6, 27) y el Padre nos marca también en él con su sello (2 Co 1, 22; Ef 1, 13; 4, 30). Como la imagen del sello ["sphragis"] indica el carácter indeleble de la Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta imagen se ha utilizado en ciertas tradiciones teológicas para expresar el "carácter" imborrable impreso por estos tres sacramentos, los cuales no pueden ser reiterados.

699 La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos(cf. Mc 6, 5; 8, 23) y bendice a los niños (cf. Mc 10, 16).En su Nombre, los Apóstoles harán lo mismo (cf. Mc 16, 18; Hch 5, 12; 14, 3). Más aún, mediante la imposición de manos de los Apóstoles el Espíritu Santo nos es dado (cf. Hch 8, 17-19; 13, 3; 19, 6). En la carta a los Hebreos, la imposición de las manos figura en el número de los "artículos fundamentales" de su enseñanza (cf. Hb 6, 2). Este signo de la efusión todopoderosa del Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus epíclesis sacramentales.

700 El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la "carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón" (2 Co 3, 3). El himno "Veni Creator" invoca al Espíritu Santo como "digitus paternae dexterae" ("dedo de la diestra del Padre").

701 La paloma. Al final del diluvio (cuyo simbolismo se refiere al Bautismo), la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo(cf. Gn 8, 8-12). Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él (cf. Mt 3, 16 par.). El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados. En algunos templos, la santa Reserva eucarística se conserva en un receptáculo metálico en forma de paloma (el columbarium), suspendido por encima del altar. El símbolo de la paloma para sugerir al Espíritu Santo es tradicional en la iconografía cristiana.



Los dones del Espíritu Santo están representados con lenguas de fuego y los colocamos en la primera fila superior, dentro de cada lengua esta escrito el nombre de un don del Espíritu Santo. El CIC (Catecismo de la Iglesia Católica) nos explica cada uno de estos 7 dones: 

 1831 Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.
«Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana» (Sal 143,10).
«Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios [...] Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo» (Rm 8, 14.17)



 Posteriormente, colocamos una fila con los frutos del Espíritu Santo, el CIC nos explica:

1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Ga 5,22-23, vulg.).




Y, por último, colocamos 3 bloques con los carismas del Espíritu Santo, recordando que los carismas están al servicio de la comunidad:

1 Co. 12, 8-11 "A uno le es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro la palabra de ciencia, según el mismo Espíritu;' a otro fe en el mismo Espíritu; a otro don de curaciones en el mismo Espíritu;' a otro operaciones de milagros; a otro profecía, a otro discreción de espíritus, a otro géneros de lenguas, a otro interpretación de lenguas.' Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere."

Rm. 12, 6-8 "Pues tenemos dones diferentes, según la gracia que nos fue dada: ya sea la profecía, según la medida de la fe;' ya sea el ministerio para servir; el que enseña, en la enseñanza;' el que exhorta, para exhortar; el que da, con sencillez; quien preside, presida con solicitud; quien practica la misericordia, hágalo con alegría."

Ef. 4, 11-12  "...y El constituyó a los unos apóstoles, a los otros profetas, a éstos evangelistas, a aquéllos pastores y doctores, para la habilitación de los santos en orden a la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.."


 Al final del día nos reunimos con otras familias para orar juntos, pedir perdón a nuestros hijos, a nuestro conyuge y a nuestros amigos. Posteriormente, juntos pedimos que el Espíritu Santo derrame sus dones, frutos y carismas en nuestras familias para alcanzar la santidad.







miércoles, 5 de junio de 2019

Sagrado Corazón de Jesús

El Sagrado Corazón de Jesús


   Cuando escuchamos o leemos la palabra “corazón” podemos remitirnos al órgano vital del cuerpo humano cuya función es bombear la sangre a cada parte del organismo, distribuyendo oxígeno y nutrientes. Así mismo, el corazón es un símbolo de nuestras emociones, sentimientos y moral. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice “… el corazón en su sentido bíblico es lo más profundo del ser…” (CIC 368)
   Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga. 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación, es considerado como el principal indicador y símbolo del amor con que el Divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres. (CIC 478).
   Jesús mismo en la Sagrada Escritura nos muestra Su Corazón, es el centro y su hilo conductor. Cuando leemos y escuchamos la Palabra de Dios lo descubrimos.
   Algunos atributos que encontramos en la Biblia son: Dios crea el universo, sus criaturas y al hombre por amor (Sal. 136); Dios es Amor (1 Jn. 4, 16); Dios nos amó hasta el extremo, dio a su único Hijo por ti y por mí (Jn. 3, 16); Su corazón es manso y humilde, en su corazón hay descanso (Mt. 11, 28-29); Jesús se entrega como víctima por amor (Ef. 5, 2); nos amó hasta el extremo (Jn. 13, 1) y de este corazón nace la Iglesia, del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz (CIC 766).
   En 1673, Jesús eligió a una joven de 26 años llamada Margarita, monja del monasterio de Paray-le-Monial en Francia, para revelar los deseos de su Corazón.

   Primera revelación: El 27 de diciembre, fiesta de San Juan Apóstol (quien se recostó en el pecho de Jesús en la última cena), le sucedió lo siguiente: "Estando yo delante del Santísimo Sacramento me encontré toda penetrada por Su divina presencia. El Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino, en el cual me descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado. Él me dijo: "Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía.”
   Segunda revelación: Sucedió unos meses después y Margarita relata: "El Divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más brillante que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la parte superior......la cual significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir, desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en el la cruz, quedando lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión.” En esta segunda revelación, Jesús le pide que esta imagen esté en las casas o se lleve en el pecho como medalla, ofreciendo así promesas de gracias y bendiciones a quienes la veneren.
   Tercera revelación: Sucedió el primer viernes de junio de 1674: “se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se presentó delante de mi todo resplandeciente de Gloria, con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles y despidiendo de Su Sagrada Humanidad rayos de luz de todas partes pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y, habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón.” Jesús le pide: "Primeramente me recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de producirse y que recibirás como gajes de mi amor. Comulgarás, además, todos los primeros viernes de mes, y en la noche del jueves al viernes, te haré participe de la mortal tristeza que quise sentir en el huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Para acompañarme en la humilde plegaria que elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las once y las doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, con la cara en el suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de algún modo la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero, oye hija mía, no creas a la ligera todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás está rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes.”
   Cuarta revelación: Sucedió en la octava del Corpus Christi, Jesús le dice: “Este es el corazón que tanto ha amado a los hombres, que no escatimó nada, hasta agotarse y consumirse para testimoniarle su amor. Y como agradecimiento no recibo, de la mayoría, sino ingratitudes por sus irreverencias y sus sacrilegios y por las  frialdades que tienen por mí en este sacramento de amor (…). Te pido que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento sea dedicada a una fiesta particular para honrar Mi Corazón, comulgando ese día haciendo reparación de honor por medio de una ofrenda honorable, para reparar las indignidades que recibió durante el tiempo que ha sido expuesto en los altares. Te prometo, igualmente, que Mi Corazón se dilatará para derramar abundantemente las influencias de su Divino Corazón sobre aquellos que le rindan este honor y que procuren que le sea rendido”.

   Jesús hizo 12 promesas a Santa Margarita de Alacoque:
  1.    Les daré las gracias necesarias para su estado.
  2.    Daré la paz a las familias.
  3.    Las consolaré en todas sus aflicciones.
  4.    Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.
  5.    Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.
  6.    Los pecadores hallarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
  7.    Las almas tibias se harán fervorosas.
  8.    Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
  9.    Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada.
  10.   Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos.
  11.  Las personas que propaguen esta devoción, tendrán escrito su nombre en Mi Corazón y jamás será borrado de él.
  12.  A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final; no morirán, en desgracia ni sin recibir los sacramentos; Mi divino Corazón será su refugio seguro en este último momento.
   Para recibir estas promesas es necesario:
-Recibir la Sagrada Comunión durante nueve primeros viernes de mes de forma consecutiva y sin ninguna interrupción.
-Tener la intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús y de alcanzar la perseverancia final.
-Ofrecer cada Sagrada Comunión como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento.
-Oración: "Oh Dios, que en el corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, has depositado infinitos tesoros de caridad; te pedimos que, al rendirle el homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos una cumplida reparación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío."

   Devoción: El centro de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es responder a Su Amor con amor. La palabra “devoción” viene del latín devovere que significa:“dedicarse”, es decir, consagrarse así mismo a una persona amada. Ante el amor de Dios, el hombre debe dar una respuesta, una respuesta de fe y de conversión. Jesús mismo nos dice: "Como el Padre me amó, yo también los he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.»” (Jn. 15, 9-17)

   La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es la consagración de todo nuestro ser, pensamiento, sentimiento o acción a Él. Esta es la oración de consagración que hizo Santa Margarita María de Alacoque: Corazón Sagrado de mi amado Jesús; yo, aunque vilísima criatura, te doy y consagro mi persona, vida, acciones, penas y padecimientos, deseando que ninguna parte de mi ser me sirva más que para amarte, honrarte y glorificarte. Esta es mi voluntad irrevocable; ser todo tuyo y hacerlo todo por tu amor, renunciando de todo corazón a cuanto pueda desagradarte. Te tomo, pues, ¡Oh Corazón Sagrado!, por el único objeto de mi amor, protector de mi vida, prenda de mi salvación, remedio de mi inconstancia, reparador de todos los defectos de mi vida, y asilo seguro en la hora de mi muerte; sé, pues, ¡Oh Corazón bondadoso!, mi justificación para con Dios Padre, y alejad de mi los rayos de su justa cólera. ¡Oh Corazón amoroso! Pongo toda mi confianza en Ti, pues aunque lo temo todo de mi debilidad, sin embargo, todo lo espero de tu Misericordia; consume en mí todo lo que te desagrada y resiste, y haz que tu puro amor se imprima tan íntimamente en mi corazón que jamás pueda olvidarte ni ser separado de Ti. Te suplico, por tu misma bondad, escribas mi nombre en Ti mismo, pues quiero hacer consistir toda mi dicha en vivir y morir con tu esclavo. Amén.

   Hagamos vida esta hermosa devoción, amando a Dios sobre todas las cosas y amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

   Te comparto este link con un breve vídeo de minuto y medio para presentar aspectos generales de esta devoción: https://youtu.be/mY_IIiYL84o
   
   También, esta infografía para trabajar con los niños: